EXPOSICIÓN CENTENARIO DE LAUREANO VINCK
SALA VINCK DE VALLADOLID NOVIEMBRE DE 1986
La última década del siglo XIX constituye, para Gijón, uno de los momentos más significativos de su historia. Por estos años, la industria y el comercio local son objeto de un importante impulso, del que se van a beneficiar las artes plásticas locales, y, dentro de ellas, como una nueva forma de expresión artística y cultural que nos aproxima a los tiempos actuales, se desarrolla la fotografía.
El nuevo arte atrajo a gran cantidad de aficionados y artistas profesionales, cuya obra llegó a tener resonancia nacional, este es el caso de nombres como Arturo Truan, Julio Peinado y Laureano Vinck, responsables, en gran medida, de la popularización del arte fotográfico en nuestra villa.
Laureano Vinck (1886-1965), era descendiente de una de las muchas familias que inmigraron a Gijón desde el nordeste de Francia para trabajar en la industria local del vidrio. Inicia sus primeros contactos con la fotografía a los 14 años de edad y, con el paso del tiempo, fue propietario de un laboratorio fotográfico situado en el Paseo de Alfonso XII, desde donde atiende un elevado volumen de encargos.
En su taller cuenta con la colaboración de su esposa, encargada del retoque de las fotos, y de Vara de Rueda, responsable de la iluminación, además de un número importante de operarios.
Su equipo técnico estaba constituido por cámaras de placas y películas en rollo. Entre ellas, una cámara «Voigtlander» de fuelle (para placas de 9×12). Los objetivos, de 600 mm., procedían de la casa Zeiss Tessar, ya que la óptica alemana marcaba, por aquel entonces, la pauta en la construcción de objetivos de gran luminosidad y nitidez.
Las películas eran francesas, de las casas Dupont y Ferrania, y se caracterizaban por su escasa sensibilidad, lo que obligaba a emplear tiempos de exposición muy largos.
El gran mérito de Laureano Vinck y de otros pioneros de la fotografía, residía en la capacidad para crear fórmulas químicas y métodos propios, en un momento en que la fotografía no estaba plenamente industrializada. Los productos químicos procedían de Barcelona y las sustancias venían sin preparar.
A pesar de esto, los precios de las fotografías salidas de la galería de Laureano Vinck eran asequibles a gran parte de la población. Y en la segunda década del siglo XX oscilaban entre los 0,50 céntimos y las 6 pesetas. Así, dos fotos de estudio Son las copias retocadas y un tamaño de 9 x 14 cm. costaban 0,50 céntimos. Las postales de 9 x 14 cros. tenían un precio de 1 peseta la unidad. Por lo general, se vendía la colección completa de postales artísticas por la suma de 6 pesetas.
El laboratorio de Laureano Vinck se especializó en la realización de muchos procedimientos, alguno de ellos de gran originalidad, como la «Fotografía Viva», que consistía en producir la sensación de movimiento en el objeto reproducido, gracias a la intervención del espectador. El efecto cinético se podía obtener por dos vías, materializado de dos maneras: podía tratarse de varias fotografías de un mismo motivo, tomadas en distintas posiciones y encuadernadas todas juntas. Al abanicar todas las vistas con rapidez, se producía la sensación de movilidad en el objeto representado. Otro método, que permitía obtener resultados similares, consistía en una tarjeta en relieve, que, accionada por el receptor, daba impresión de movimiento en la foto reproducida.
Laureano Vinck, poseedor de un agudo instinto comercial, fue uno de los primeros en comprender la importancia del anuncio publicitario en la sociedad urbana e industrial de principios de siglo y, en el portfolio veraniego de 1913, se anunciaba así:
«Vinck. Montado con todos los adelantos modernos. Amplia galería. Rico tocador. Procedimiento a la acuarela. Al carbón. Celoidinas. Platinos, etc., etc. Especialidad en retratos de niños y ampliaciones y la Gran ¡Fotografía Viva! única en el mundo.»
La mayoría de estas técnicas eran empleadas por todos los fotógrafos contemporáneos.
La técnica de «la acuarela» consistía en iluminar la foto, una vez positivada, con una acuarela suave y muy aguada. Después se protegía con un barniz para evitar la deterioración.
Las platinotipias eran positivadas sobre el papel y se obtenían sustituyendo las sales de plata por sales de platino, con lo que se conseguía una gran calidad en las copias y se garantizaba su inalterabilidad.
Por último, una técnica muy complicada era el procedimiento al carbón. Su difusión estuvo ligada al desarrollo de la pintura impresionista y tuvo una gran expansión en todo el occidente europeo. Vinck utilizó gran cantidad de trucos fotográficos, y tuvieron importancia sus montajes.
El retrato y el paisaje, rural y urbano, son los asuntos más trabajados por este artista. A través de su obra hemos recuperado una parte significativa de nuestro pasado reciente, que ha llegado hasta nosotros gracias a las postales artísticas. Estas reproducciones eran objeto de un minucioso tratamiento con el fin de obtener imágenes de calidad y recogían vistas de las playa y de los balnearios; rincones típicos de los alrededores de la ciudad: Somió, Villamanín; y calles de Gijón, como el boulevard de la calle Corrida, el Paseo de Alfonso XII, la Plaza de San Miguel, los muelles locales, las calles de Jovellanos, San Bernardo, Pi y Margall, etc., todas de urbanización reciente, donde la burguesía local dejó numerosos edificios construidos bajo la impronta modernista.
El retrato fue otro de los temas cultivados con más interés por Laureano Vinck. En su mayoría, eran trabajos de estudio; para su realización el sujeto era inmovilizado en una silla con un soporte especial para la cabeza y la iluminación natural se obtenía mediante el empleo de unas cortinas que graduaban la intensidad de la luz. Para lograr una difusión homogénea, se colocaba una pantalla blanca sobre la que se reflejaba la luz. Gran parte de estas fotos, posteriormente eran sometidas al procedimiento de la «acuarela» con el fin de colorearlas. También son significativos los retratos de grupos.
Esto nos pone en relación con uno de los hechos que van a caracterizar a la fotografía de estos años: su estrecha dependencia de los programas estéticos impuestos por la pintura.
En el paisaje artístico se pone especial énfasis en destacar los aspectos románticos y costumbristas (hórreos), y la fotografía realizada por Laureano Vinck y premiada en la Exposición del Círculo de Bellas Artes en 1915, nos muestra una escena marina que, por el tema y por su realización plástica, está próxima a la estética impresionista.
La influencia de la pintura en la fotografía se hace de nuevo patente en las composiciones y algunas fotos realizadas por L. Vinck nos remiten a obras pictóricas como la «Venus del espejo» de Velázquez; otras asumían los ideales simbólico-alegóricos del modernismo y recuperaban temas tan antiguos como el de las Tres Gracias.
Así pues, la fotografía artística de estos años aún no ha encontrado su propio lenguaje expresivo. Este hecho se producirá años más tarde, a medida que la fotografía se independice y cree sus obras a partir de sus propias posibilidades expresivas. En este momento nos enseñará su original visión del mundo.
Texto de Pilar González Lafita
EXPOSICIÓN DEL CENTENARIO DE LAUREANO VINCK
HOJEANDO EL VIEJO ÁLBUM EN EL CENTENARIO DE LAUREANO VINCK
Por Juan Bonifacio Lorenzo Benavente
Dicen que el primer fotógrafo profesional en España fue un luarqués pro-carlista, antiguo alumno del Real Instituto de Gijón, llamado José Beltrán, el cual, por más señas, había aprendido el nuevo oficio hallándose exiliado en Francia tras el famoso «Abrazo de Vergara», de 1839. Lo que equivale a determinar el temprano conocimiento de este revolucionario proceso técnico en Asturias (en nuestra ciudad, concretamente, alrededor de 1850, pues, al parecer, pertenecen ya a un operador local, que firmaba con las iniciales A.S., unas interesantes escenas gijonesas tomadas con motivo de la visita de S. M. Isabel II, en el verano de 1858). Y es que Asturias, en aquella época, iba siempre adelante, impulsada, claro está, por ilustres nombres como !os de Ramón del Fresno y Arroyo, Luis Muñiz Miranda, Octavio Bellmunt y Traver, Arturo Truán y Vaamonde, Julio Peinado Alonso, Javier Sánchez Manteola y Laureano Vinck Carrio, el cual, tanto en razón de la fecha de su nacimiento (17 de julio de 1886) como en la de su muerte (28 de octubre de 1963), puede ser considerado con toda justicia como el último de los pioneros asturianos de la cámara. Cabe señalar aquí que, según el ensayista Petr Tausk, «el equipo técnico de los fotógrafos en el período entre 1900 y 1918 lo constituían las cámaras de placas y de película en rollo» y que «para los trabajos profesionales se solían emplear cámaras de formato grande, porque permitían un exacto enfoque y la contemplación del motivo en vidrio mate».
ESTAMPAS BLANQUINEGRAS De ascendencia franco-belga (su familia paterna había inmigrado a Gijón para trabajar en la industria del vidrio) e iniciado en la fotografía a la edad de 14 años, Laureano Vinck llegaría a ser, andando el tiempo, uno de los notarios gráficos fundamentales del devenir histórico de la villa de Jovellanos, desde principios del siglo actual. Infinidad de retratos, vistas de la playa de San Lorenzo, del Club de Regatas y de los balnearios; del casco urbano, con los numerosos edificios de sello modernista en calles como Corrida, San Bernardo, Pi y Margall (hoy, de los Moros), Cóbrales, Covadonga…, y rincones típicos de las aldeas del concejo (vgr.: la bucólica fuente de La Pipa, en Somió), constituyen su principal legado. Arte comercializado, especialmente en postales, que, en 1913, para ser exactos, se anunciaba así:
«Vinck. Montado con todos los adelantos modernos. Amplia galería. Rico tocador. Procedimiento a la acuarela. Al carbón, Celoidinas. Platinos, etc., etc. Especialidad en retratos de niños y ampliaciones y la Gran ¡Fotografía Viva! única en el mundo.» Laureano Vinck estaba por la animación y, para comprobarlo, no hay más que echar una simple ojeada a sus tarjetas-recuerdo. La titulada, por ejemplo, «Efectos de luz en los muelles», premiada en varios concursos (entre ellos, en una exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid), es un claroscuro, próximo a la estética de la pintura impresionista, en el que un difuminado sol, casi poniente y reflejado en las tranquilas aguas de la dársena gijonesa, perfila los mástiles de dos veleros que se hallan alineados junto a un vapor de humeante chimenea (pasado y presente de la navegación oceánica). Mientras, unas cuantas aves marinas, que atraviesan horizontalmente el encuadre, confieren al conjunto la fuerza propugnada por Sergei M. Eisenstein, unos lustros más tarde, en su estimada teoría sobre la planificación. De ahí al cine, en consecuencia, sólo un paso.
EN LA PANTALLA SALIENTE Laureano Vinck, al igual que sus colegas Arturo Truán, Julio Peinado y Javier Sánchez Manteola, también hizo cine (mudo, por supuesto) como una prolongación de su actividad reporteril (vgr.: película informativa acerca de una gira campestre en La Guía). A veces, incluso, por puro divertimento. «Robo de fruta», «Ladrones de fruta» o «Por robar fruta», como asimismo se la recuerda, viene a ser la primera cinta con argumento, y además de gran duración para lo que se estilaba en aquella década, rodada en la villa de Jovellanos. Se estrenó el sábado 22 de julio de 1905 en el célebre «Salón Luminoso», habiendo sido filmada con un aparato recién adquirido por la empresa de dicho establecimiento y contando con la intervención de nuestro homenajeado tal y como figura en el archivo de mi tío-abuelo José Manuel Lorenzo Fernández—. «Robo de fruta» es un filme de asunto cómico que encierra en su estructura un indudable dinamismo —substantivo inherente al concepto de cine, desarrollado físicamente a lo largo de un trayecto (Somió-Viñao) el camino eterno «leit-motiv» cinematográfico—. Una buena muestra, en suma, de cómo se entendía entonces el denominado género de «ficción» —término que, por otra parte, no deja de ser un convencionalismo, puesto que la cámara siempre enseña «su realidad»—. Las palabras son plata —afirma un proverbio árabe— y el silencio oro. Las imágenes captadas por Laureano Vinck no las necesitan para expresarnos su mensaje.